
La muerte en Venecia, 1912
Thomas Mann
Alemania
¿Por qué la elección?
El uso del homoerotismo y de un reprochable ensalzamiento de la pederastia como “gesto filosófico”, como búsqueda intelectual de la belleza y la verdad a través de los sentidos, tan común en el antiguo mundo grecorromano, ha tomado diversas formas en la historia del arte occidental; en la pintura y en la escultura, por supuesto, pero también en la literatura, desde Platón hasta Marguerite Yourcenar. A ese mismo ardid acude el alemán Thomas Mann (1875-1955) en su novela La muerte en Venecia, si bien aquí se manifiesta como conciencia culposa, atribulada, mezcla de agudeza moral y pacatería burguesa, y de la desazón y el desencanto propios del intelectual europeo del siglo XX.
Desde la aparición póstuma de sus diarios se sabe que Mann vivió su homosexualidad como un fardo o como un secreto defecto, y que, por ello mismo, sólo pudo explorarla en la escritura. En este sentido, dos citas permiten entender el móvil de esta novela: primero, un pasaje del escritor Gustav von Aschenbach, protagonista del relato y trasunto del autor, donde afirma que todas las grandes obras son creadas en contra o a pesar de algo, “de la debilidad corporal, del vicio, de la pasión”; segundo, un comentario del propio Mann acerca del libro, donde advierte que el tema principal es “la pasión como desequilibrio y degradación”. Así pues, la novela se recibe toda como una enorme disculpa, sin quedar muy claro si lo que lamenta Mann es su homosexualidad o su pederastia, o ambas, como si la primera fuera censurable (porque sí lo es la segunda).
La obsesión platónica y fatal de Aschenbach por Tadzio, un niño de catorce años, tiene lugar en una Venecia pestilente, azotada por una epidemia de cólera. Y es justo ese contraste, ese contexto de magnificencia acechada por el mal, el que termina de afianzar la idea de Mann de que el deseo de belleza puede empujar al deseante más sincero hacia un abismo moral y, dado que no hay deseante más lúbrico que un artista, no se debería tener nunca a ninguno como modelo de virtud.
Ficha técnica
“La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello; la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado.”
[…]
“¿No se ha dicho acaso que el sol desvía nuestra atención de lo intelectual para dirigirla hacia lo sensual? Aturde y hechiza de tal modo el entendimiento y la memoria, el alma queda sumida en tales delicias, que olvida su destino verdadero, y su asombrada admiración se hunde en la contemplación de los objetos más bellos que el sol puede iluminar.”
[…]
“Aschenbach, en su obsesión, imaginaba a veces que la huida y la muerte podrían hacer desaparecer toda la vida en derredor y dejarlo a él dueño de la isla; cuando, por las mañanas, a la orilla del mar, su mirada trágica, perdida, descansaba obsesionada; cuando, a la caída de la tarde, le seguía infamemente por callejuelas donde la muerte repugnante escogía en secreto a sus víctimas, todo lo monstruoso le parecía posible y toda moralidad le parecía abolida.”