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  • Crónica de una muerte anunciada, 1981

    Gabriel García Marquez

    Colombia

    ¿Por qué la elección?

    En el caso hipotético e improbable de que aún existan lectores que crean ver en la obra de Gabriel García Márquez (1927-2014) el rastro chocante de un machismo irreflexivo, no tendrían más que leer Crónica de una muerte anunciada y contrastar su lectura con los detalles del suceso real en que está basada la novela, mezcla contundente de no-ficción y realismo mágico: en los hechos reales conocidos, sin duda, hay muchos menos grises que en el relato en lo que toca a las relaciones de los hombres con las mujeres, ya que las decisiones que García Márquez toma para elaborar su ficción parecen estar encaminadas, casi todas, a disolver los maniqueísmos y demostrar que, en una sociedad machista, las violencias son incontables y no siempre explícitas, y que incluso las víctimas suelen tener su propia cuota de abyección y de crueldad.

    No es gratuito, por ejemplo, que Santiago Nasar, la víctima inocente cuyo asesinato se anuncia en el título, tenga al mismo tiempo una relación formal por conveniencia, un amor tórrido con la matrona de una casa de lenocinio y un interés abusivo en la hija adolescente de su sirvienta. Por su parte, Ángela Vicario, la mujer que es forzada a casarse y que, por no ser virgen, es devuelta por su esposo la misma noche de su boda, arroja como si nada el nombre de Nasar cuando es inquirida por su familia sobre la identidad de “su autor” (eufemismo desconcertante), sin ningún indicio de sinceridad, condenando a muerte a un hombre más o menos despreciable, pero en todo caso inocente. Y tampoco es gratuito que ella, rechazada el día de su boda, termine obsesionada por su marido de una noche y se decida a escribirle más de dos mil de cartas de amor en las que se adueña, esta vez sí, de su elección.

    Y al revés, también: los hermanos de Ángela, quienes matan con sevicia a Nasar por mancillar el “honor” de su familia, en ocasiones son retratados como víctimas de un sistema de valores que les somete y les obliga a cometer un crimen que, según el narrador –que es un trasunto del mismo García Márquez–, ellos mismos quieren evitar (precisamente anunciando a todo el mundo que van a matar a Nasar, a ver si alguien se apiada de ellos y les detiene). Y así, en general: en ese pueblo arquetípico de la costa Caribe colombiana, las relaciones de género y poder hacen víctimas y cómplices por igual a todos sus habitantes.

    Finalmente, la indagación moral de García Márquez se radicaliza por su decisión de incluirse a sí mismo como personaje del relato, como una especie de testigo, retratándose como hijo de esa cultura opresora y, en este sentido, poniendo en frente suyo un espejo despiadado, de donde emanan las sombras de la mejor literatura autorreferencial.

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