Maria Schneider, 1983, 2022
Elisabeth Subrin
Francia

¿Por qué la elección?
Maria Schneider tuvo una carrera brillante como actriz; sin embargo, todo su trabajo junto a grandes directores como Jacques Rivette, Michelangelo Antonioni o Werner Schroeder suele quedar eclipsado por su infame experiencia junto a Bertolucci y Brando. Durante el rodaje de El último tango en París, director y actor pactaron realizar una famosa escena sexual en términos que ella nunca consintió. Años después, Schneider declaró haberse sentido violada durante la filmación. Esta escena se convirtió en una de las más célebres del cine, generando una revictimización constante para la actriz.
Maria Schneider, 1983 no evita este tema, sino que lo emplea para mostrar la intensidad de la violencia en ser parte de un circuito infernal como este. Por eso hace uso de la repetición. Pero, sabemos muy bien que en el arte la repetición no existe. Cada vez que un acto vuelve a tener lugar significa necesariamente algo distinto de cuando ocurrió por primera vez, más aún en artes del cuerpo como la actuación. Si varios intérpretes abordan un mismo evento, en cada uno adquiere un carácter específico e intransferible.
Al empezar la película se lee: "Manal Issa, Aïssa Maïga, Isabel Sandoval son…" y luego vemos a una de ellas interpretando a María Schneider en una entrevista para la televisión francesa de 1983. Hay aquí una declaración: todas somos Maria Schneider.
La película sugiere que la violencia en el cine, y en la forma como se hacen las películas, proviene de un ejercicio de poder. A pesar de que es una verdad dicha hasta la saciedad, sigue siendo relevante: el cine está dominado por una estructura económica, racial y sexual. Es la mirada del hombre blanco la que guía la industria, buscando monetizar la presencia de cuerpos en pantalla, cuerpos que son marcados y luego descartados. Encontrar la especificad de la violencia en cada ciclo nuevo es una forma de resistencia.
Ficha técnica