¿Por qué la elección?

Sally Kelton es una adolescente de 19 años que trabaja en un café. Pasa sus días evitando las tareas domésticas que le impone su madre y escapándose para asistir a conciertos de jazz con sus amigos. La dinámica en su hogar es un retrato preciso de las clases medias norteamericanas después de la segunda guerra mundial: una madre esclavizada por las tareas de limpieza y cocina y un padre prácticamente ausente.

Asfixiada por este contexto e impulsada por la rebeldía de la adolescencia, Sally deposita en el pianista del bar sus ansias de libertad. Ve en este seductor y talentoso hombre mayor una salida a su vida monótona y aburrida. Luego de una serie de encuentros casuales, decide seguirlo a Capital City en donde se da cuenta de que estaba queriendo hacer encajar a un sujeto errático y poco confiable en sus fantasías. Queda después a merced de la bondad de otro hombre que decide darle un trabajo, sosteniendo sobre su cabeza la siempre tácita deuda sexual. Pronto Sally comienza a demostrar extraños síntomas físicos y, frente a la confirmación de su embarazo, decide buscar asilo en un hogar para madres solteras. En medio de la prohibición del aborto, pero especialmente en una época en la que las mujeres solteras no tenían la posibilidad de ser madres sin sufrir las consecuencias del estigma, Sally lleva el embarazo a término y entrega a su hijo a una familia adoptiva. Ahí se despliega la tragedia. El dolor y la culpa la atormentan y un impulso la lleva a abrazar el bebé de una extraña, que decide acusarla de secuestro.

Con Not Wanted, Ida Lupino –la única mujer que dirigía películas en el Hollywood de la década de los cincuenta– lanza una fuerte denuncia sobre su época, sobre la realidad de las mujeres en un momento en el que sus posibilidades eran definidas y limitadas por la sociedad, la iglesia y el Estado. El peso de la lógica patriarcal de la posguerra se imponía y las mujeres, ya no útiles fuera de casa, empezaban a serlo exclusivamente dentro. Destinadas a reproducir de manera estricta la familia convencional se las despojaba de soberanía sobre sus hijos, sobre sus cuerpos, sobre sus vidas.