Old Joy, 2006
Kelly Reichardt
Estados Unidos

¿Por qué la elección?
Muchas películas se han propuesto reflexionar sobre la masculinidad, pero pocas han podido hacerlo con la agudeza, producto de la mezcla de severidad y ternura, con que Kelly Reichardt lo hace en Old Joy.
Reichardt se ha convertido en una de las más importantes cineastas contemporáneas por su capacidad de transformar lo prosaico en un acontecimiento poético. Old Joy es un caso ejemplar. Su historia, en apariencia, no podría ser más pedestre: dos amigos en plena crisis de la mediana edad se reencuentran para hacer un viaje a las montañas de Oregón. No pasa mucho: paran en un restaurante, acampan, disparan a unas latas vacías, beben cerveza, discuten; en síntesis, un típico encuentro de hombres. ¿Qué es lo que cambia? La mirada de Reichardt. El clímax, a diferencia de gran parte del cine, no está en un momento de gran tensión, sino todo lo contrario, en un momento de distensión máxima. Los protagonistas llegan a unas aguas termales en las que se sumergen plácidamente y pueden, por fin, tener un contacto real.
Reichardt llamó a su película (irónicamente) Western new age porque trata de la competencia entre dos hombres, pero ya no en el plano de la colonización territorial, sino en el de las emociones. Y mientras en el Western clásico los hechos conducen inevitablemente al duelo final, acá es dejado de lado para dar lugar a un acontecimiento más simple y significativo: el encuentro epidérmico de dos hombres. Old Joy se permite mostrar algo más allá del tópico de la violencia patriarcal. Se para en el umbral de la posible aparición de una nueva forma de asumir la masculinidad que acepta su fragilidad y que integra otros modos de encuentro que rebasan la omnipresencia del deseo sexual. En este sentido es una película visionaria.
Ficha técnica