Ultimo tango a Parigi, 1972
Bernardo Bertolucci
Francia / Italia

¿Por qué la elección?
¿Qué pasa si dos personas inician una intensa relación bajo la premisa de no hablar de sus vidas, de no revelar sus nombres y fabricar historias que bailan entre la ficción y la realidad? Esta es la propuesta de la entonces muy controvertida obra de Bernardo Bertolucci, El último tango en París. Paul, protagonizado por Marlon Brando, es un expatriado norteamericano viviendo en París. Su esposa se acaba de suicidar y su profundo malestar y perturbación son palpables. Una energía trastornada, violenta y cautivadora habita en él. Los fantasmas de una vida cargada de traumas y su proceso de duelo lo han vuelto una persona volátil y colérica. Divagando por la ciudad se encuentra a Jeanne, una muchacha mucho más joven que él con quien comienza a tener una relación exclusiva e intensamente sexual.
La premisa establecida por Paul para regular estos encuentros es la imposibilidad de permitir que penetre en ellos el mundo exterior. Está prohibido anclar una identidad a estos cuerpos o situarlos en un tiempo, un espacio y una biografía. Jeanne acepta inicialmente, pero a medida que pasa el tiempo, se le hace cada vez más difícil. Su personaje, que vive dos relaciones paralelas, es repetidamente fetichizado. Por un lado, para Paul ella es sólo un cuerpo sin historia que puede ser usado, y abusado. Y por el otro, Tom, su novio, está tan inmerso en su propia burbuja que es incapaz de verla, oírla o sentirla. Para él también es un mero cuerpo-instrumento para la película que está filmando.
Este marco de profunda desafección –en el cual la violencia sexual gobierna– crea un clima de tensión y amargura entre los personajes que termina con un desenlace aciago. ¿Será que es solo a través del intercambio de las historias de vida, las anécdotas y los eventos que definen nuestras vidas que podemos compartir el mundo con otros? ¿Será que son solo las identidades precedentes la base para la intimidad, el afecto y la empatía? ¿Será que el sexo despojado termina llevando necesariamente a la transaccionalidad estéril, al abuso, la desconexión y la violencia? Estas preguntas, formuladas hace cincuenta años en una película y en una actuación memorables, tienen, qué duda cabe, aun plena vigencia.
Ficha técnica