
Kitchen, 1988
Banana Yoshimoto
Japón
¿Por qué la elección?
Un pequeño auge de la literatura japonesa en la década de 1980 acercó a los lectores occidentales a narrativas que, con el extraño reflejo que devuelve la distancia, alumbraron territorios impensados del fenómeno de globalización económica que corría dispar en los dos hemisferios, y que en Japón aceleró el colapso de una cultura basada en la tradición y la autoridad patriarcal.
En este contexto surge Kitchen, la primera novela de Banana Yoshimoto (1964), quien, en un medio literario dominado por hombres, irrumpe con un necesario contrapunto a las que se anunciaban como las principales obsesiones de la literatura japonesa: la soledad, la pérdida de identidad y la distancia insalvable de una tradición que ya no sirve para ordenar el mundo. Yoshimoto aborda estos temas en sus libros desde el caso límite de mujeres jóvenes enfrentadas a una autonomía nueva –si bien relativa–, sin punto de referencia en las generaciones anteriores; además, este libro también abre un camino para una literatura queer que hasta entonces no tenía lugar en la conservadora tradición japonesa.
Kitchen sigue la historia de tres personajes que se aferran como pueden a los frágiles vínculos que dan forma a sus exiguas redes de apoyo: Mikage, la joven narradora, sin familiares vivos tras la muerte de su abuela, es acogida por Yuichi, un joven de su edad, y por su madre Eriko, una mujer trans que atiende un bar en el que es asesinada por un hombre transfóbico. El duelo por la muerte de Eriko fortalece el lazo entre Mikage y Yuichi, pero al mismo tiempo lo enrarece, pues ninguno sabe bien qué forma darle a ese vínculo tan inusual para dos jóvenes, donde el cuidado pesa más que cualquier atracción romántica. Yoshimoto narra con un lenguaje despojado de pretensiones, atenta a las cosas simples que llenan de sentido la experiencia de sus personajes: comidas, habitaciones, colores del cielo, electrodomésticos y diálogos lacónicos, cordiales pero fríos, que agravan las distancias y hacen más angustiosa la soledad.
Ficha técnica
“He intentado escribir esta carta en tono masculino. Me he esforzado, pero me resulta extraño. Me da vergüenza y no puedo seguir. Hace mucho tiempo que me convertí en una mujer, pero estaba convencida de que, en algún lugar dentro de mí, existía un yo masculino, mi verdadero yo, y de que estaba desempeñando simplemente el papel de mujer. Pero soy mujer en cuerpo y alma. Soy realmente tu madre.”
[…]
“Sonreirán como una flor con el delantal puesto, aprenderán a cocinar, se enamorarán, atormentándose o desorientándose, y se casarán. Eso, creo que es magnífico. Es bonito y dulce. A mí me repugna mi vida, mi nacimiento, el ambiente en el que he crecido, todo, en especial cuando estoy muy cansada, cuando me salen granos en la cara o me siento sola, o cuando llamo a mis amigos y no están. Acabo arrepintiéndome de todo.”
[…]
“Nos sentimos muy solos, pero somos demasiado independientes. Y yo, mirando su perfil ansioso iluminado por el fuego, pensé que, a lo mejor, ésta sí era la verdad. No éramos un hombre y una mujer en el sentido convencional, pero éramos los verdaderos hombre y mujer, los primigenios.”
[…]
“Perdimos a Eriko y, los dos, que flotando por el espacio oscuro seguimos fluyendo dentro de un río de luces, estábamos a punto de llegar a un desenlace. Lo sabía por el color del aire, por la forma de la luna y por la negrura del cielo nocturno en aquel momento. Lo sabía. Los edificios y los faroles brillaban afligidos.”