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  • Foto: Henk Serfontein

    La expedición al baobab, 1981

    Wilma Stockenström

    Sudáfrica

    ¿Por qué la elección?

    En 1981, cuando en Sudáfrica aún regía con fuerza un sistema de segregación racial (apartheid), Wilma Stockenström (1933) publicó La expedición al baobab, novela escrita en afrikáans –lengua de colonos neerlandeses– en la que narra, de manera alegórica, la historia de una esclava del siglo XV que alcanza una impensada libertad en la selva, hermanada con los ríos, refugiada en un gran árbol, adorada por pigmeos como una deidad, irremediablemente sola y paralizada por el miedo.

    La novela parte de una mirada crítica de Stockenström frente a su ascendencia europea y al pasado de avasallamiento y crueldad que supuso la colonización del continente africano, pero su fuerza también reside en la idea de que la opresión de las mujeres es, por lo general, anterior a la racialización de los desposeídos, y que en la base de la dominación yace inexorable la desigualdad de género. Así, por ejemplo, incluso antes de caer presa del tráfico infame de los colonos, la protagonista se salva de la ablación (mutilación genital) por el solo hecho de ser bella, y con ello accede a un privilegio vedado a la mayoría de mujeres de su comunidad; es la primera violencia, pero en modo alguno será la última.

    La voz amarga, evocadora y poética de aquella mujer sin nombre discurre por un flujo de conciencia que alterna sueño, mito, recuerdos, introspección y vigilia, rearmando por fragmentos una vida como esclava “amante” (pues trabajo y sexo son las dos parcelas de la opresión), a lo largo de la cual llegó a confundir muchas veces la lujuria de sus amos con demostraciones de afecto y cuidado, creyéndose incluso por encima de otros esclavos: eunucos laboriosos y mujeres circuncidadas, negadas para el placer. Sin embargo, cuando se queda sola y se sabe libre, dueña de su propio cuerpo, de su miedo y de su rabia, entiende que, aunque la libertad no siempre llega acompañada de la felicidad, sin duda es preferible a la sumisión, y que la memoria y la identidad son posesiones valiosas aunque sean insuficientes.

    Ficha técnica

    “Puedo decir: esto es mío. Puedo decir: esto soy yo. Estas son las huellas de mis pies. (…) Un ser supremo soy en la piel de mi árbol gris. Cuando aparezco en la abertura, me yergo, orgullosa. Más tarde sospecho que me planto en esa pose fácilmente cultivable de la expectación en apariencia relajada que aprendía a adoptar ante mis amos, consciente de la ventaja que supone dar buena impresión y al mismo tiempo rebosando bajo la superficie de pura presunción porque tengo entre mis manos este pequeño trocito de poder.”

    […]

    “Yo era la envidiada incircuncisa. Yo era la deseada. También era demasiado joven como para que nada me quitase el sueño, por no hablar de lo poco que sabía. Era una niña. Y qué niña, qué niña. Aún era una niña cuando ya llevaba un niño dentro de mí.”

    […]

    “Porque me resistí a convertirme en un mero bostezo en el tedioso discurrir de los días, en una transitoria ráfaga de aire, en un obediente golpe de compás, en un fantasma atrapado en una fractura de la eternidad.”

    […]

    “Solo aquellos que poseen algo poseen seguridad también. Para mí solo había inseguridad.”

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