• PT
  • /

  • ES
  • PT
  • /

  • ES
  • La obscena señora D, 1982

    Hilda Hilst

    Brasil

    ¿Por qué la elección?

    Atrincherada en el vano de las escaleras de su casa, donde al parecer se ha mudado a vivir, Hillé escucha los reclamos de su marido, que le reprocha su abandono: la llama “La Señora D”, de derelicción, de desamparo. Ehud, el marido, no entiende que su esposa le niegue su cuerpo y prefiera aislarse para dedicar toda su energía a preguntas sin respuestas y preocupaciones inefables sobre la finitud, el tiempo, la dualidad cuerpo-espíritu, la existencia de Dios (a quien ella bautiza como “Niño-Puerco Constructor del Mundo”), la relación entre el pensamiento y el lenguaje, en fin: inquietudes que bordean esa forma de locura que deviene del exceso de lucidez, y que hacen de la vida un acontecimiento desmesurado.

    Por su parte, Hillé siente que no puede corresponder a los pedidos de Ehud porque, aunque quiera, ella misma no sabe disponer de algo que no entiende. «No sé qué es cuerpo manos boca sexo», le dice aquella mujer atormentada a su marido, o a su recuerdo, o a sí misma, no se sabe, pues en este relato –o, mejor, en este largo poema en prosa, lleno de experimentos y subversiones formales– que tantea entre las sombras no es posible ninguna certeza.

    La obscena señora D fue el primer texto que la poeta y dramaturga brasileña Hilda Hilst (1930-2004) publicó a manera de novela, y es la antesala para su famosa “trilogía pornográfica”. Allí plantea una mirada compleja al abismo de la reflexividad, la contemplación, el misticismo y el pensamiento crítico desde un punto de vista radicalmente femenino, donde el cuerpo no está escindido del pensamiento y donde, además, el acto mismo de pensar es percibido socialmente como un escándalo, por el hecho de ser llevado a cabo por una mujer. Así, Hillé –nombre que delata una relación de identidad o heteronimia con su autora–, juzgada por su marido y tildada de loca por sus vecinas, se percibe a sí misma como «alguien-mujer queriendo comprender la penumbra, la crueldad ―cuadrados negros punteados de negro― alguien-mujer caminando levísima entre la gente».

    Ficha técnica

    “Tampoco comprendo el cuerpo, esa trampa, ni la lógica sangrienta de los días, ni los rostros que me miran en este pueblo donde vivo, no comprendo qué es casa, el concepto, qué son las piernas, qué es ir y venir, hacia dónde Ehud, qué son esas señoras viejas, los berrinches de la infancia, los hombres curvos, lo que piensan de sí mismos los tontos, los niños, lo que es pensar, lo que es nítido, sonoro, lo que es sonido, trino, rugido, grito, ¿qué es un ala, eh?”

    […]

    “... querido, perdoná la incomprensión, el rechazo, la indiferencia de muchos días, perdoná las soledades, los contactos con la nada, la paja pegada al alma, perdoná si no te di claridad, emoción, si cuando me querías mis ojos se inundaban de aguas del pasado.”

    […]

    “la vida fue eso de sentir el cuerpo, los contornos, las vísceras, respirar, ver, pero nunca comprender, por eso muchas veces me negaba, quería ese hilo que viene de allá arriba, el hilo tenso que el OTRO sostiene, el OTRO, ¿entiendes?
    ¿qué OTRO mamma mia?
    DIOS DIOS, ¿todavía no comprendes?
    Pequeña chancha pelirroja, oscuridad y llama a los costados, los ojitos pardos, rojo corazón, arrugas finas en el lomo y las ingles, puerca Hillé, miedo y mujer, tocaste las cumbres del amor, ¿las tocaste?”

    ×

    Búsqueda

    Disciplinas

    Categorías