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  • La piscina, 1990

    Yōko Ogawa

    Japón

    ¿Por qué la elección?

    En el año 2008, el nombre de la japonesa Yōko Ogawa (1962) irrumpió con mayor fuerza en el mercado editorial de Occidente a partir de la traducción en un solo tomo al inglés de tres novelas cortas, publicadas originalmente entre 1990 y 1991: La piscina, El embarazo de mi hermana y La residencia de estudiantes conforman, en este caso, un tríptico cuyas protagonistas son todas mujeres jóvenes, en pleno tránsito hacia la adultez, enfrentadas a las presiones de los roles familiares y laborales impuestos por una conservadora sociedad japonesa. Incapaces de corresponder a tales disposiciones de manera satisfactoria, aquellas jóvenes parecen sentenciadas a una vida de aislamiento, infelicidad y desequilibrio psíquico.

    La piscina, en particular, narra en primera persona la experiencia de la adolescente Aya, hija de los directores de un orfanato que, paradójicamente, se percibe como la persona más huérfana de aquel lugar, ya que sus padres no le brindan atención y solo esperan de ella obediencia y ayuda en las labores de cuidado que requieren los niños más pequeños del Hogar Hikari. Esto hace que Aya desarrolle una conducta sádica hacia los bebés, un “sentimiento de crueldad” que se confunde con un complejo erotismo y que llega, de hecho, a tener consecuencias funestas. Como la vez en que intoxicó a Rie, la niña más pequeña del orfanato, dándole un pastel podrido que debía haber botado hacía días.

    Todo esto es observado en secreto por Jun, el huérfano más querido del Hogar Hikari, quien se entrena para ser clavadista profesional. Aya siente una fuerte atracción por aquel joven, por la pureza de sus sentimientos y la forma en que parece limpiar su alma cada vez que se lanza grácilmente a la piscina, adonde ella lo va a ver entrenar todos los días creyendo que él no lo sabe. De algún modo, la idea imposible de ser querida por Jun supone para Aya una dolorosa promesa de redención: la esperanza de ser, al fin, la mujer “buena y apacible” que sus padres y la sociedad quieren que sea.

    Ficha técnica

    “Cuando escucho palabras como familia y hogar no puedo dejar de prestarles atención. Pero su interior está hueco y las palabras ruedan hasta mis pies como si fueran una lata vacía.”

    […]

    “Los muslos de los bebés siempre me llaman la atención, aunque estén negruzcos, con manchas, con erupciones, o arrugados de tan rollizos. Hay algo tan indefenso en los muslos de los bebés que los hace casi eróticos.”

    […]

    “Los niños pequeños cuando lloran siempre se echan en brazos de alguien. Desean el amparo de un pecho ancho. Saben que en cuanto se les abraza se tranquilizan, a pesar de que nadie se lo haya enseñado. Aquella seguridad pueril me hacía sentir aún más cruel.
    ¿Acaso mi deseo de que los brazos de Jun me abrazaran cuando estaba en el trampolín también estaba vinculado a aquel impulso arrogante de los niños pequeños?”

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