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  • Foto: Gwladys Louiset Photography

    La vida verdadera, 2020

    Adeline Dieudonné

    Bélgica

    ¿Por qué la elección?

    El terror de la presa, de llegar a ser la presa, de saber que es cuestión de tiempo, que un día un pequeño gesto, un leve cambio la separará de la infancia y, cuando él lo perciba, ya será su presa. Porque siendo niña es irrelevante, pero mujer solo podrá ser presa. Y presa no son solo ella y su madre; para el depredador de La vida verdadera , presa son todas las mujeres y todos los animales del mundo. En la mesa del comedor, un solo gesto de su mandíbula era suficiente para saber que el ataque se aproximaba y su madre, convertida a fuerza de violencia en una ameba, recibiría una vez más sus terribles golpes. No era casualidad que siempre ocurriera cuando llevaba varios días sin salir de caza.

    Adeline Dieudonné (1982) construye esta novela alrededor del terror de una niña de once años a su padre y a su inevitable destino de subordinación. También, alrededor de las relaciones desequilibradas entre los seres humanos y de los seres humanos con los animales.

    La vida verdadera transcurre durante la década de los noventa en una marginal y sombría urbanización belga. La narradora vive con su hermano, sus padres y los trofeos de caza del padre. La novela asume que tanto el destino de depredador como el destino de ameba no parecen fáciles de evadir en nuestra cultura. De allí que la narración gire alrededor de la búsqueda de los antídotos que, gracias a su enorme imaginación e inteligencia, esa niña es capaz de generar no solo para evitar su propio destino, sino especialmente para evitar el de su hermano.

    Ficha técnica

    “Mi madre tenía miedo a mi padre.”

    “Y creo que, aparte de su obsesión por la jardinería y las cabras enanas, eso es todo lo que puedo decir de ella. Era una mujer delgada con el pelo largo y aplastado. No sé si existía antes de encontrarlo a él. Supongo que sí. Debía parecerse a una forma de vida primitiva, unicelular, ligeramente traslúcida. Una ameba. Un ectoplasma, un endoplasma, un núcleo celular, una vacuola digestiva. Y con los años pasados junto a mi padre aquella poquita cosa se había ido llenando de miedo.”

    “Siempre me han intrigado las fotos de su boda. En mis recuerdos más antiguos, me veo buscando algo en el álbum. Algo que justificase aquella extraña unión. Amor, admiración, estima, alegría, una sonrisa…No sé, algo…Nunca lo encontré. En las imágenes, mi padre tenía la misma actitud que en las fotos de caza, pero sin el orgullo. Es evidente que una ameba no impresiona mucho como trofeo, No es muy difícil atraparla: un vaso, un poco de agua estancada ¡y hala!”

    “Cuando se casó, mi madre aún no tenía miedo. Parecía sencillamente que la hubieran puesto allí, al lado de aquel tipo, como un florero. Al hacerme mayor, me empecé a preguntar cómo habían podido concebir dos hijos, mi hermano y yo. Pero pronto dejé de preguntármelo porque la única imagen que me venía a la cabeza era una acometida después de cenar, sobre la mesa de la cocina, con olor a whisky. Unas cuantas embestidas brutales, no demasiado consentidas y venga…”

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