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  • Foto: Ed Alcock/Eyevine

    Memoria de chica, 2016

    Annie Ernaux

    Francia

    ¿Por qué la elección?

    En el esfuerzo extraordinario por comunicarse con la otra que alguna vez fue, por intentar saber si hay un yo atemporal, capaz de unir los diversos yo que hemos sido, Annie Ernaux (1940) aborda, en Memoria de chica, la vida de una mujer de finales de la década de los cincuenta. Se trata de una memoria iluminada por la subjetividad, sí, pero con un alcance amplio, hondo, histórico.

    Annie Ernaux entabla un diálogo intenso con Annie Duchesne (ella misma a los 18 años) alrededor de su primera experiencia sexual. El recuerdo de esa experiencia, tan cercana a la violación, lleva a Ernaux a indagar en la psicología de su personaje y en la cultura de su país. Necesita comprender cómo ella, su yo anterior, pudo registrar todo aquello como amor; cómo no supo, cómo no pudo atravesarlo y nombrarlo como lo que después de haber leído El segundo sexo de Simone de Beauvoir, en 1959, era tan claro.

    El libro se refiere al mundo de los albores de la revolución femenina y conecta la perspectiva de la mujer escritora con la de la chica que fue. Su trabajo extenso de archivo basado en fotos, cartas, diarios, “los archivos de un yo desaparecido”, le permite revelar un momento de Occidente en el cual la virginidad femenina era un mito y perderla una deshonra, en el que la violencia sexual no se llamaba violación, en el que el honor valía y se perdía por el interés o el antojo de los otros. Este libro no solo indaga el contexto y la psicología de la adolescente, sino que además da una enfática lección de historia. Se trata de las experiencias de una mujer específica, pero en ella confluyen todas las mujeres, las de entonces y las de ahora, y es el cabal retrato del mundo contra el cual se sublevarían en la década siguiente. Un retrato que habla de una escisión, de una toma de conciencia (personal y colectiva) sin vuelta atrás.

    Habiendo vivido la “ley indiscutible y universal del salvajismo masculino”, la chica que fue Annie Ernaux tuvo que atravesar – cómo no–, el salvajismo moral de la época. Condenada y excluida y con su vida convertida en síntoma, Memoria de chica nos muestra su catarsis y nos deja ver nacer la escritora. Esa que hoy, galardonada con el máximo galardón, dice que todo eso le pasó para que diera cuenta de ello. Y sí que lo hizo.

    Ficha técnica

    “Aquella chica de 1958, que es capaz a cincuenta años de distancia de surgir y provocar una debacle interna, tiene pues una presencia oculta, irreductible en mí. Si la realidad es aquello que obra, produce efectos, según la definición del diccionario, esa chica no soy yo pero es real en mí. Una especie de presencia real.”

    […]“Están en el cuarto de ella, a oscuras. No ve lo que hace él. En ese minuto, ella sigue creyendo que van a continuar besándose y acariciándose en la cama a través de la ropa. Él dice «Desnúdate». Desde que la ha sacado a bailar, ella está haciendo todo lo que le pide. Entre lo que le sucede y lo que hace no hay ninguna diferencia. Se acuesta junto a él en la cama estrecha, desnuda. No tiene tiempo de acostumbrarse a su desnudez total, a su cuerpo de hombre desnudo, siente inmediatamente la enormidad y la rigidez del miembro que empuja entre sus muslos. Él hace fuerza. A ella le duele. Dice que es virgen, como una defensa o una explicación. Grita. Él la reprende: «¡Preferiría que te corrieras en lugar de dar voces!». A ella le gustaría estar en otra parte pero no se va. Tiene frío. Podría levantarse, encender la luz, decirle que se vista y se largue. O vestirse ella, dejarle ahí plantado y volver a la fiesta. Habría podido. Sé que no se le ocurrió. Es como si hubiera sido demasiado tarde para echarse atrás, como si las cosas debieran seguir su curso. Como si no tuviera derecho a abandonar a ese hombre en el estado que ha provocado ella. Presa de ese furioso deseo que tiene de ella. No puede imaginarse que no la hubiera escogido —elegido— a ella entre todas las demás.”

    “Ella no se somete a él, sino a una ley indiscutible, universal, la de una brutalidad masculina que, de todas todas, tarde o temprano, le habría tocado sufrir. Que la ley en cuestión sea feroz y sucia, es así y no hay vuelta de hoja.”

    […]“Es la primera vez que rememoro aquella noche del 16 al 17 de agosto de 1958 y siento una profunda satisfacción. Me da la impresión de que no puedo acercarme más a la realidad. Que no era ni horror ni vergüenza. Solo acatamiento de lo que adviene, ausencia de significado de lo que sucede.”

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