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  • Éramos unos niños, 2010

    Patti Smith

    Estados Unidos

    ¿Por qué la elección?

    Treinta años después de la muerte del fotógrafo Robert Mapplethorpe, su amiga y expareja de juventud, la cantautora, poeta y artista visual estadounidense Patti Smith (1946), decide narrar la historia del vínculo que les unió durante más de dos décadas, desde cuando eran jóvenes aspirantes a artistas en la Nueva York de mediados de los sesenta, hasta el momento en que la epidemia del sida acabó con la vida de Robert y de su compañero sentimental, el promotor de arte Sam Wagstaff.

    Éramos unos niños es, al mismo tiempo, el relato de aquella amistad profunda y complicada y una sensible reflexión sobre la época en que tiene lugar, pues sus protagonistas hacen parte de una generación que, tras la euforia de la psicodelia y la liberación sexual, sufrió el embate de la muerte, la psicosis y el desencanto. La estela fantasmal de Jimi Hendrix, Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, y tantos otros jóvenes desaparecidos en el torbellino hedonista de los sesenta, envuelve la narración de Smith y la convierte en un relato de supervivencia. Ella, que creció idolatrando a Rimbaud, ahora los evoca a todos como si fueran niños perdidos, tan iluminados como atormentados, tan inmensos como desvalidos.

    En el hotel Chelsea, mítica residencia artística y epicentro de la contracultura, los dos protagonistas del libro emprenden un viaje de autoconocimiento y desarrollo creativo que termina por modelar su obra y su propio vínculo afectivo. El lento descubrimiento de la identidad sexual de Robert, mientras él y Patti eran pareja, lejos de enemistarlos, les hizo fortalecer su sentido de protección y apoyo mutuo. Y si bien esa búsqueda acabó llevando a Robert por un camino de excesos más o menos autodestructivo (del cual da cuenta su poderosa obra fotográfica), los dos se mantuvieron cerca hasta su prematuro deceso, cuando ya Patti había construido su hogar lejos de Nueva York. De este modo, la vida de Robert refleja una época llena de contrastes, donde la luz y la oscuridad conviven de manera tumultuosa.

    Ficha técnica

    “Le gustaba dejarse llevar, que lo cogieran de la mano para entrar sin reservas en un mundo distinto. Era masculino y protector, pese a ser femenino y sumiso. Meticuloso en su vestuario y modales, también era capaz de un desorden atemorizante en su obra. Sus mundos eran solitarios y peligrosos, y vaticinaban libertad, éxtasis y liberación.”

    […]

    “«Abro puertas, cierro puertas», escribía. No amaba a nadie, amaba a todos. Adoraba el sexo, odiaba el sexo. La vida es una mentira, la verdad es una mentira. Sus pensamientos concluían con una herida curativa. «Estoy desnudo cuando dibujo. Dios me tiene de la mano y cantamos juntos.». Su manifiesto como artista.”

    […]

    “¿Quién conoce el corazón de la juventud salvo la propia juventud?”

    […]

    “Todos los temores que una vez había abrigado parecieron materializarse con la instantaneidad de un velamen que arde en llamas. Mi premonición juvenil de que Robert se convertiría en polvo resurgió con implacable claridad. Contemplé su impaciencia por ser reconocido desde otra perspectiva, como si tuviera la fatídica línea de la vida de un joven faraón.”

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