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  • Foto: David Levenson

    ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, 2011

    Jeanette Winterson

    Reino Unido

    ¿Por qué la elección?

    “El problema con un libro es que nunca sabes qué contiene hasta que es demasiado tarde” le dice la madre adoptiva a Jeanette Winterson (1959) para justificar la prohibición de leer algo diferente a la biblia que imponía en su casa. Y tiene razón. Una vez se lee la última línea de ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? es demasiado tarde. Tarde para seguir respaldando acríticamente la familia, la academia, la religión, la tradición. Se trata de las memorias de una vida definida por un trauma profundo y relatada con sorprendente lucidez.

    De todos los trayectos que propone recorrer en sus memorias –la huella del patriarcado en el Reino Unido de la década del setenta, su sexualidad disidente, los combates de la clase obrera, la furia de la religión evangélica, el peso de la maternidad–, hay uno que nos interpela especialmente: su lectura de la familia, de las familias: la adoptiva que sometió su infancia al horror, la biológica que le enseñó lo irreparable de las pérdidas, y la suya; la que escogió en su recorrido emocional, artístico y social. Es en esa en la que Jeanette Winterson se afirma, es esa la que declara propia en un gesto final de emancipación de las convenciones y, sobre todo, de superación de la herida.

    Ficha técnica

    “Mi madre se vio obligada a amputar una parte de sí misma para dejarme ir. He sentido la herida desde entonces. La señora Winterson era una mezcla de verdad y engaño. Se inventó muchas madres malas para mí; mujeres descarriadas, drogadictas, alcohólicas, cazadoras de hombres. La otra madre tenía mucho con lo que cargar, pero yo lo cargué por ella, queriendo defenderla y sintiendo vergüenza al mismo tiempo. Lo peor era no saber. Siempre he estado interesada en las historias de disfraces y confusión de identidad, en poner nombre y conocer. ¿Cómo se te reconoce? ¿Cómo te reconoces a ti misma? En la Odisea, Odiseo, debido a sus aventuras y a su constante vagar por tierras remotas, siempre siente la necesidad de «recordar el regreso». El viaje consiste en volver al hogar. Cuando llega a Ítaca, el lugar está alborotado por culpa de los díscolos pretendientes de su esposa, sometida a una gran presión. Suceden dos cosas: su perro lo huele y su esposa lo reconoce por la cicatriz que tiene en el mulso. Ella siente la herida.

    […] Los finales felices son solo una pausa. Hay tres tipos de grandes finales: Venganza. Tragedia. Perdón. La Venganza y la Tragedia suelen suceder juntas. El Perdón redime el pasado. El Perdón desbloquea el futuro.

    Mi madre intentó lanzarme lejos de su propio naufragio y aterricé en un lugar completamente distinto del que pudiera haber imaginado para mí.

    Ahí estoy, dejando su cuerpo, dejando la única cosa que conozco, y repitiendo esta partida una y otra vez hasta que es mi propio cuerpo el que intento dejar, la última evasión que me puedo permitir. Pero hubo perdón.

    Aquí estoy.

    Ya no tendré que marcharme.

    Ese es el hogar.”

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