¿Por qué la elección?

“En España eras mujer. No eras nadie, no pintabas. La consideración como pintora la logré en Alemania. Pintora, no mujer” expresó en algún momento Isabel Quintanilla, reconocida actualmente, y de manera tardía, como una de las figuras más importantes de la pintura española de la segunda mitad del siglo XX y un exponente fundamental del realismo contemporáneo español.

Quintanilla (1938-2017) nació en Madrid en plena Guerra Civil, quedando huérfana de padre a los tres años y su madre, quien trabajaba como modista, quedó sola a cargo de su crianza. Inició su formación artística muy joven en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y su carrera surgió dentro de la generación de artistas de posguerra, haciendo parte del grupo de pintores y escultores de los años cincuenta denominados los Realistas de Madrid. El realismo de su obra retrata los objetos personales y los espacios interiores que hacen parte de su cotidianidad e intimidad en los que el manejo de la luz y la ausencia de figuras humanas son esenciales. Espacios y objetos que, de acuerdo a la artista, a cada quien traerán sus propias evocaciones y recuerdos.

Así, para ella, una mesa de madera recostada contra una pared, carretes de hilo blanco y una máquina de coser, son la memoria de su madre modista, a quien representa y rinde tributo en su emblemática obra titulada Homenaje a mi madre. Pero esta obra no solo es su madre, sino miles de madres o de mujeres que se reconocen en ese espacio y se ven allí representadas. Igual sucede con imágenes como Cuarto de baño, Vaso sobre la nevera, La mesa azul, Besugo, El teléfono, Jardin o Natura morta dels alls en las que la vida doméstica, por lo general subvalorada y asociada al rol de la mujer, es elevada a objeto artístico. Si bien no manejó un discurso feminista explícito, Isabel Quintinilla consolidó un trabajo que reivindica con belleza el espacio doméstico, la cotidianidad de la vida y las acciones femeninas.