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  • Lucrecia y Tarquino, 1611

    Peter Paul Rubens

    Holanda

    ¿Por qué la elección?

    Porque ilustra la versión pagana del mito de Lucrecia. Lucrecia, violada por Sexto Tarquino, hijo del último rey de Roma (Lucio Tarquino, 530-510 a. C) se dirige a su padre y a su marido, a quienes supone haber deshonrado y, después de informarles lo sucedido, se suicida. Además de salvar el honor de su familia con su muerte, se cree que Lucrecia buscaba convertirse en modelo de virtud, no sobrevivir a la vergüenza y que ninguna mujer lo hiciera en el futuro.

    En  Lucrecia y Tarquino, Rubens (1577-1640) erotiza y sexualiza la imagen de Lucrecia, con lo que no solo anula el componente de la virtud, tan afín a las representaciones anteriores, sino el de la responsabilidad que le cabría a Tarquino por este acto. Esta obra contiene una carga erótica que desdibuja la agresión sexual que se presume habría de representar. Hay un cambio de criterio frente a la versión cristiana: el suicidio de Lucrecia ya no se interpreta como producto de un acto noble y virtuoso que buscaba salvar el honor de su familia, sino como consecuencia de la culpa y la vergüenza que, de acuerdo con la moral de la época, debía sentir la mujer por su debilidad al haber cedido al acceso carnal. Tanto en esta lectura pagana, como en la anterior lectura cristiana, la leyenda de Lucrecia tiene un denominador común: el concepto del honor, según el cual el poder patriarcal priva a Lucrecia –y a las mujeres–, de ser dueñas de su cuerpo, de su deseo y de su vida.

    Ficha técnica

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