
Limpia, 2022
Alia Trabucco Zerán
Chile
¿Por qué la elección?
En la tradición de relatos sobre criadas –empleadas domésticas, trabajadoras de casa particular, en fin: cualquier término a la mano delata violencia– de la literatura latinoamericana, donde casi todas las protagonistas sufren de una resignación endémica, la chilena Alia Trabucco Zerán (1983) irrumpe con una voz radicalmente inconforme, descarnadamente lúcida, que hace eco del estallido social en el que se enmarca el testimonio de Estela, la mujer que guía la narración de Limpia.
Cuando parte desde el sur de Chile hacia Santiago en busca de un empleo, lo hace pensando en regresar algún día, pero su madre, de la que hereda su agudeza, le advierte que es una trampa: “No se puede partir, no se puede decir basta, no se puede decir no, me cansé, señora, me duele la espalda, me voy”. Estela comprende tarde, siete años después de cuidar a una niña nerviosa (víctima propiciatoria del relato, cuya muerte se anuncia desde el inicio de la novela), que la trampa es menos sofisticada de lo que creía y que no había misterio en las palabras de su madre: el servicio doméstico es una de las formas vigentes de la esclavitud –las criadas como ella y su madre, que viven en la misma casa en la que trabajan y crían hijos ajenos, cortan de un tajo su propia vida, sus lazos, sus planes–, y la trampa se basa en una precarización disfrazada de falsa intimidad, en el absurdo de que la criada pueda “sentirse parte” de la familia a la que sirve, que pueda querer a esa familia y ser querida por ella; en esa entelequia hay disimulados un clasismo, un machismo y un racismo históricos que se concretan en veladas discriminaciones.
Poco a poco, Estela comienza a ver los dobleces de su situación, así como la hipocresía de sus patrones, a quienes también cierne la desgracia. En su cuerpo, en sus manos, nota las marcas de aquellas violencias contenidas e injustificadas. Y es precisamente esa claridad la que le lleva a contravenir el orden de las cosas, a sabotear su propia vida para conseguir partir, al fin.
Ficha técnica
“Esta historia es larga, amigos míos, ya habrán llegado por su cuenta a esa conclusión. Es anterior a mí, anterior a ustedes, mucho más antigua que mi mamá y que su propia mamá. Es una historia que nace de un cansancio viejo y de preguntas que presumen demasiado. ¿O acaso a ustedes les han preguntado si le tienen cariño a sus patrones? ¿Si quieren a su jefe, al supervisor, al gerente de personal? Yo les limpiaba la casa, desempolvaba sus muebles, les aseguraba un plato caliente por las noches. Eso y el cariño no tienen nada que ver.”
[…]
“Una vez le preguntó a su madre por qué no me prestaba el maquillaje a mí.
Para que se vea blanca, dijo.
Limpia.”
[…]
“En ese momento la señora me miró. Ahí estaba su empleada doméstica, testigo principal de su infelicidad. Y a nadie, nunca, le gusta que pongan en duda su felicidad.”
[…]
“Apoyé el trozo de lomo sobre la tabla de cortar. El filo atravesó la grasa, los nervios, hasta toparse con la dureza de la madera. Me distrajeron esas cicatrices sobre la tabla y me pregunté si sería posible ignorar esos tajos. Tomates. Pollo. Pimentón. Cebolla. Un corte sobre otro corte sobre otro corte sobre otro corte. Mensajes de las que vinieron antes que yo. Advertencias para quien me siguiera.”