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  • La letra escarlata, 1850

    Nathaniel Hawthorne

    Estados Unidos

    ¿Por qué la elección?

    Pocos años después de abandonar la granja Brook Farm, el fallido experimento utópico trascendentalista donde, de manera irreflexiva, se reproducían la hipocresía y las desigualdades de la sociedad puritana que sus habitantes decían criticar —sobre todo en lo que atañe a las relaciones entre hombres y mujeres—, el estadounidense Nathaniel Hawthorne (1804-1864) escribió La letra escarlata. Allí se hace evidente que, aunque decepcionado de los trascendentalistas, el autor seguía apegado a los principios de aquella escuela que defendía la subjetividad y la autonomía de los individuos frente a las presiones y las coacciones de las colectividades, confiando rotundamente en algún tipo de bondad e intuición inherentes a las personas.

    Tales tensiones se encarnan de manera trágica en la figura de Hester Prynne, protagonista del relato y, sin duda, uno de los personajes femeninos con mayor difusión en la literatura decimonónica. Situada en la Boston colonial del siglo XVII, su historia refleja la rigurosidad de la ética protestante y la profunda imbricación entre la religión y la ley en una época en que, como afirma Hawthorne, el más mínimo acontecimiento social “no solo era causa de un feroz y amargo debate en el cuerpo legislativo de la colonia, sino que daba como resultado una importante modificación de la estructura de la legislatura misma”.

    Así Hester, embarazada mientras su marido se hallaba lejos, acusada por sus vecinos de cometer adulterio, es objeto de una jurisprudencia nueva cuando se le obliga a bordar una letra “A” y exponerla en su pecho a perpetuidad, con la opción de irse de la colonia si lo desea. Pero la mujer, convencida de que no es su comunidad sino ella misma quien ha de expiar sus culpas, decide quedarse en Boston y criar allí a su hija Pearl, quien crece separada de la sociedad, percibida por los puritanos como una niña-duende o como la hija del diablo. El que Pearl se convirtiera, al final, en una mujer fuerte y virtuosa, es la mayor reivindicación de Hester.

    Ficha técnica

    “Pero Hester Prynne tenía una inteligencia muy ágil y valiente, la cual, por haber estado tanto tiempo no solo alejada, sino fuera de la ley de la sociedad, se había acostumbrado a planear por alturas desconocidas para el clérigo. Deambulaba, sin reglas, ni guías, ni directrices, por un desierto moral tan vasto, tan intrincado y sombrío como el bosque salvaje en cuya penumbra mantenían este coloquio que había de decidir el destino de ambos. Su inteligencia y su corazón moraban, por así decirlo, en descampados y desiertos, donde erraban con la misma libertad que un indio salvaje por el bosque. Durante muchos años observó desde este apartado punto de vista las instituciones humanas y todo lo que tanto los legisladores como los sacerdotes habían dictaminado, criticándolo todo, casi con la misma falta de reverencia que sentiría un indio por el hábito sacerdotal, la toga, la picota, las galeras, el fuego hogareño o la iglesia. Las circunstancias de su suerte y su destino le otorgaron una libertad inusitada. La letra escarlata fue su pasaporte hacia regiones donde otras mujeres no se atrevían a viajar.”

    […]

    “En la posterioridad inmediata, la generación siguiente a la de los primeros emigrantes mostró la tonalidad más negra del puritanismo, y de tal manera oscurecía con ella el rostro de la nación, que todos los años siguientes no han sido suficientes para limpiarlo. Tenemos que volver a aprender el arte olvidado de la alegría.”

    […]

    “Ellos contemplaron admirados y pensativos a Pearl, como si un copo de espuma hubiera tomado la forma de la niña y esta estuviera dotada de un alma surgida del fuego marino que relumbra bajo la proa de los barcos en la noche.”

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