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  • La vegetariana, 2007

    Han Kang

    Corea del Sur

    ¿Por qué la elección?

    Cuando el propio cuerpo es el último bastión para resistir a la violencia, esa resistencia amenaza con convertirse en violencia contra el cuerpo. Si la existencia humana presupone la supervivencia del más fuerte y, con ello, la dominación sobre otros seres (humanos, animales, vegetales), renunciar a la violencia implica, en mayor o menor grado, atentar contra la propia supervivencia. Si a las personas históricamente expoliadas, sometidas y desposeídas apenas se les permite tener un cuerpo inerme y lleno de carencias, tal vez la renuncia, la inacción, el vaciamiento de todo deseo sean las últimas alternativas de libertad. Esas son algunas de las paradojas que plantea la surcoreana Han Kang (1970) en La vegetariana, novela publicada en 2007 y descubierta por el gran público occidental en 2016.

    Yeonghye, la vegetariana –pariente del Bartleby de Melville–, es descrita por su propio marido como una mujer insulsa, sin ningún atractivo particular. Solícita y callada, la única característica de su personalidad parecía ser la etiqueta de “esposa”, que lució con obediencia hasta el día en que decidió dejar de comer carne. Con ello buscaba conjurar las imágenes de crueldad que se le aparecían en sus sueños y que, de alguna manera, reflejaban las violencias que ella misma sufrió en carne propia por cuenta de un padre maltratador, un marido narcisista y una sociedad opresiva.

    Los tres capítulos que describen el progresivo deterioro nervioso de Yeonghye –quien solo habla para reconstruir sus pesadillas, para negarse a comer y para afirmar que se ha convertido en árbol– son narrados desde los puntos de vista de su marido, su cuñado y su hermana, respectivamente. De hecho, solo hacia el final cobra sentido aquella huelga de hambre, pues en dicha autodestrucción su hermana, con quien comparte los mismos dolores, percibe el reflejo de su propia desgracia: una vida inane y un destino gris, más o menos obligado para las mujeres de un país anclado en valores caducos.

    Ficha técnica

    “Entonces él se dio cuenta de qué era lo que le había impactado tanto cuando ella se tendió sobre la sábana al principio. Era un cuerpo exento de deseo y paradójicamente era también el bello cuerpo de una mujer joven. De esa contradicción emanaba una fuente de fugacidad, una fugacidad extraña y sólida.”

    […]

    “De pronto, tuvo la sensación de que nunca había vivido y se sintió sorprendida. Era cierto. No había vivido realmente. Desde que tenía uso de razón, no había hecho otra cosa que aguantar. Se creía un ser humano bueno y nunca le había hecho daño a nadie. Era laboriosa y había alcanzado un buen nivel de bienestar económico, y así continuaría siendo siempre. Era incomprensible que la asaltase semejante pensamiento. Sin embargo, ante esas construcciones decrépitas y esos hierbajos, ella no fue más que una niña que nunca había vivido.”

    […]

    “Más allá de esta cáscara que es su cuerpo, ¿en qué tiempo y espacio anda el alma de Yeonghye? Trae a la memoria su imagen cabeza abajo. ¿En qué parte del bosque imaginaba estar? ¿Le habrían brotado ramas intangibles de su cuerpo y raíces blancas de sus manos aferradas al suelo negro? ¿Se habrían extendido sus piernas hacia el cielo y sus manos hasta el núcleo de la tierra? ¿Habría aguantado su cintura tensamente estirada la fuerza que la tironeaba de ambos lados? ¿Le habría brotado una flor en el pubis cuando su cuerpo fuera atravesado por la luz que bajaba del cielo y el agua que subía manando de la tierra? ¿Le habrían ocurrido todas esas cosas a su alma cuando ella extendía su cuerpo poniéndose cabeza abajo?”

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