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  • Moise y el mundo de la razón, 1975

    Tennessee Williams

    Estados Unidos

    ¿Por qué la elección?

    La mujer cuyo nombre encabeza el título de Moise y el mundo de la razón, segunda y última novela de Tennessee Williams (1911-1982), reúne algunas de las características de las heroínas desastradas que protagonizan sus obras de teatro más conocidas. Mujeres a las cuales trasladaba una parte importante de su propia sensibilidad, por virtud de lo que él llamaba una cierta “dualidad de género” y que, en últimas, no era más que un torpe ardid para encubrir su homosexualidad. Sólo hasta la década de los setenta reconocería sin ambages su orientación sexual y esta novela es producto de este cambio. Aunque muchas de sus obras incluían personajes homosexuales, estos siempre eran retratados con algún grado de desdén. Aquí, en cambio, el protagonista es un joven escritor fracasado que es capaz de afirmar para sí mismo: “la desviación ha sido la trayectoria de mi vida.”

    Moise es una pintora de reconocimiento incierto que, al enterarse de que su único mecenas, un paciente mayor de un hospital mental, interrumpiría el apoyo que le brindaba, decide ofrecer una fiesta para despedirse de su carrera y de su vida en sociedad (lo que ella llama el mundo de la razón), recluirse en su habitación y entregarse a una solitaria locura.

    Los dos personajes están unidos por un triángulo amoroso que sostenían con un patinador sobre hielo muerto por abuso de sustancias. La noche de la reunión de Moise es, también, la noche de la ruptura del escritor con su actual pareja, a quien se queda esperando en vela mientras escribe febrilmente, hasta que su delirio lo lleva a acompañar a Moise en su huida del mundo de la razón. Así, Williams, cerca de su propia muerte, nos ofrece una especie de testamento sentimental, una devastadora reflexión sobre el erotismo, la homosexualidad masculina, el miedo a la soledad, al fracaso y al deterioro, a la vejez. Y sobre el amor, que, aunque terrible, es la única arma contra la violencia de la razón.

    Ficha técnica

    “Creo que, después de que Lance atravesara el hielo, Moise se figuró que yo no optaría por otro amor que no fuera ella. Pero ¿no es eso una presunción más que una suposición? Mi breve tiempo de reflexión culminaba, pues, donde había empezado, en el único hecho cierto de que los amores se interponen entre nosotros. Me pareció algo tan simple y desconcertante como cualquiera de las leyes de la naturaleza.”

    […]

    “Vengo de una estirpe de damas evanescentes. Una vez le dije a Moise: «Siento que tengo un íncubo femenino en mí.»
    Me miró un rato, pensativa, y luego dijo:
    –El animus y el anima está en todos nosotros, es universal, no lo rebajes a súcubo, que es algo maligno.
    –Entonces, ¿qué debo hacer con eso?
    –Usarlo, cariño, ¿qué otra cosa?”

    […]

    “… el gran amor siempre comporta ese elemento innoble de no estar dispuesto a compartir el objeto de su pasión.”

    […]

    “Entre las cosas propias del amor, ilimitado como la vida y acaso como la muerte, está la demolición del yo y posiblemente la del objeto del amor.”

    […]

    “Los monstruos de la soledad no reciben misericordia ni la otorgan.”

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