
Reflejos en un ojo dorado, 1941
Carson McCullers
Estados Unidos
¿Por qué la elección?
Por más que nos empeñemos en humanizarlos, y por más que sean capaces de un sufrimiento indecible, lo cierto es que los animales no humanos son indiferentes a nuestros sentimientos, emociones y motivaciones; por ello el espesor de su mirada es insondable y la superficie de sus ojos demoledoramente especular: nos devuelven reflejos de nuestra propia interioridad, de nuestros miedos, deseos, carencias y virtudes. Así son los ojos del soldado Williams, el personaje que, como un carnero, se anuncia como víctima propiciatoria desde el inicio del relato en Reflejos en un ojo dorado, la magistral novela breve de Carson McCullers (1917-1967).
La narración se sitúa en el sur puritano e indisimuladamente racista de la primera mitad del siglo XX, en un regimiento militar, lugar que podría considerarse como el caso límite de ese sur. Allí el soldado Williams, bestia misteriosa, se dedica sobre todo a observar, siendo lo suyo el voyerismo; quienes se cruzan con –o son objeto de– esa mirada, imprimen en el iris de sus ojos ambarinos unas verdades que ninguno de esos personajes es capaz de enunciar, bien sea porque son cortos de luces o porque son cobardes, como es el caso del capitán Penderton, protagonista del relato, que todo el tiempo lucha con su propia homosexualidad reprimida. Así pues, lo que el soldado observa es todo lo que los otros prefieren ocultar, con el efecto sórdido de que quien mira es indiferente a lo que ve, pues él se debe solo a su propio deseo.
Es precisamente la cobardía de Penderton la que da pie al juego de espejos y el motivo de “el doble” en la novela, pues su obsesión por Williams (que a su vez está obsesionado con Leonora, esposa del capitán) hace que el deseante se vuelva deseado, el observador observado y el perseguidor perseguido, arrastrando a los tres (y a sus vecinos, los Langdon, con quienes sostienen un complejo círculo amoroso) a una espiral descendente que solo se puede cortar segando la mirada muda y amenazante del aquel soldado.
Ficha técnica
“En sus ojos, que tenían una singular mezcla de tonos castaños y ambarinos, había una expresión muda que suele encontrarse en los ojos de los animales.”
[…]
“Intentó, con bastante éxito, explicarse la indudable tristeza de su mujer como algo morboso y femenino, algo que él no podía remediar en absoluto.”
[…]
“El capitán miró los ojos redondos y purpúreos del caballo y vio en ellos una imagen líquida de su propio rostro asustado.”
[…]
“—Un pavo real de una especie de verde fantasmal. Con un inmenso ojo dorado. Y en el ojo, reflejos de algo delicado y…
Esforzándose por encontrar la palabra adecuada, levantó la mano con el pulgar y el índice unidos. Su mano formó en la pared una gran sombra, a su espalda.
—Delicado y…
—Grotesco —añadió Alison.”
[…]
“—Ya; tú opinas —intervino el capitán Penderton— que aquello que se alcanza a costa de la normalidad es algo ilícito. Es decir, que por razones de rectitud moral consideras preferible que una clavija cuadrada se quede dando vueltas y más vueltas a un orificio circular a que encuentre y encaje en otro cuadrado que le vaya bien, aunque no sea de reglamento.”