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  • Suvashun, 1969

    Simin Daneshvar

    Irán

    ¿Por qué la elección?

    Tras la caída de la dinastía Qayar en 1925, la europeización del rebautizado Estado Imperial de Irán (antes Persia) se convirtió en una obsesión para Reza Shah, su nuevo monarca. No obstante, su anhelo no incluía ceder terreno a la expansión de potencias como el Reino Unido y la URSS, interesadas en el petróleo y los corredores comerciales del país; por tal motivo, al estallar la Segunda Guerra Mundial el sah toma partido por Alemania, provocando la ocupación de Irán por parte de los Aliados. Por lo demás, también dentro del reino había resistencias frente al proyecto europeizante, pues las autoridades religiosas no veían con buenos ojos que se otorgaran más derechos a las mujeres, y las tribus nómadas se oponían a una sedentarización impuesta por la fuerza.

    Este es el panorama que describe con detalle Simin Daneshvar (1921-2012) en Suvashun, la primera novela publicada por una mujer en Irán. En ella se narra la vida de Zari, una mujer que, como su autora, es educada por misioneros ingleses en Shiraz y da inicio a su adultez en medio de la guerra. Con un pie en una tradición chiita profundamente patriarcal y el otro en una idealizada modernidad occidental, Zari experimenta con confusión los acontecimientos de la ocupación aliada, que llevaron a la abdicación del sah –sucedido por su hijo– y a la radicalización de los movimientos sociales que, décadas después, estallarían en la Revolución Islámica.

    Joven madre protectora, espectadora impotente, criada para obedecer, sin autoridad ni fuerza para opinar o actuar, Zari ve cómo su marido Yusef –descendiente de nómadas qashqai; terrateniente y rey de su casa; rebelde pagado de sí mismo– arriesga su vida al enfrentarse al poder del nuevo sah, ahora reforzado por los ingleses, hasta acabar muerto y martirizado como Siavosh, el legendario príncipe al cual las mujeres nómadas dedican cada año el duelo suvashun, enredando manojos trenzados de su pelo en un árbol, en memoria de los maridos o hijos o hermanos que murieron demasiado jóvenes.

    Ficha técnica

    “Mientras le preparaba el narguile a Yusef, pensaba que, fuese ella valiente o cobarde, con esa forma de vida que tenía y para la que había sido expresamente educada, sería imposible que estuviese dispuesta a hacer algo cuyas consecuencias fuesen el desmoronamiento de su entorno. Las personas deben estar preparadas tanto física como anímicamente para enfrentarse a algo que huela a peligro. Sin embargo, ella estaba preparada para huir en la dirección contraria al peligro. Era consciente de que carecía de osadía y de coraje para ello. Si no estuviese tan vinculada a sus hijos y su marido, quizá. (…) Ojalá el mundo estuviese en manos de las mujeres. Ellas han parido, es decir, han creado, y conocen el valor de sus criaturas. Conocen el aguante, las ganas, la monotonía, y saben que no pueden hacer nada. Quizá por eso los hombres, al no haber sido nunca «creadores», se arrojan ellos mismos al agua y al fuego para compensarlo. ¿Y si en el mundo mandasen las mujeres? ¿Habría guerras?”

    […]

    “Yusef le acercó la copa a Zari alargando la mano, pero a ella le dieron tanto miedo las palabras que estaba escuchando que se le cayó y se hizo añicos. Pensó: «Dios mío, ¿qué clase de hombres son? Son conscientes de que todo esto es inútil, pero para demostrar que existen, que son hombres y que su hombría no ha muerto, y para asegurarse de que sus hijos no escupirán sobre sus tumbas, las están cavando con sus propias manos, con sus manos libres… Dios no lo quiera. ¡Qué cosas pienso!» Se le hizo un nudo en la garganta que empezó a sofocarla al no poder romper a llorar. Se agachó para recoger los trozos de cristal. ¡Qué cosas se les ocurre pensar a las mujeres y en qué momentos!”

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