¿Por qué la elección?

El término “musa”, tan utilizado en relación con la producción artística masculina, era, hasta hace muy poco, el único usado para referirse a Dora Maar (1907-1997). Hoy, gracias a la retrospectiva de la Tate Modern de Londres, la imagen de la musa de Picasso se releva y se subraya el carácter colaborativo de su relación, el importante trabajo documental que hizo en el proceso de creación del Guernica y, especialmente, el valor de su obra individual y su papel e influencia en el surrealismo; uno de los movimientos artísticos fundamentales del siglo XX.

Maar Inició su carrera como fotógrafa comercial haciendo retratos, desnudos femeninos y fotografías eróticas y de moda, experimentando con la técnica. Intelectual y activista de izquierda produjo fotografía callejera de contenido social, fue cercana al grupo de teatro de agitación política denominado “Agitprop” y se involucró con el grupo de los surrealistas de la época estableciendo vínculos cercanos y fotografiando a Georges Bataille, André Breton y Paul Éluard y retratando a muchos de sus miembros. El espíritu surrealista ya hacía parte de sus registros fotográficos publicitarios, como en Les années vous guettent o en Shampooing o en Femme aux cheveux avec savon en los que para vender un producto para detener el paso del tiempo o un champú crea imágenes enigmáticas que desbordan la atmosfera de una fotografía publicitaria convencional.

El inconsciente, el sueño, lo irracional, la ficción o lo absurdo atraviesan fotografías y fotomontajes misteriosos y extraños. El tiempo ha hecho justicia con la obra de esta artista. En efecto, reconocida solo por las representaciones que de ella hizo Pablo Picasso, y de las que ella alguna vez dijo que eran todas mentira porque solo hablaban de él y no eran ella, Dora Maar ha invertido su imagen y ha encontrado, finalmente, su lugar dentro de la historia del arte en general y dentro del surrealismo en particular.